martes, 14 de febrero de 2012

AL PECADO DEL OLVIDO

AL PECADO DEL OLVIDO

Al pecado del olvido mensaje sin par va dirigido: Sin flechas de amor yo ya fui Cupido.


Es éste un desgarro al corazón, más intenso si cabe. No es la pérdida, sino el haberte perdido. Porque el amor es quién hoy zarpa. Zarpa como un trozo de oscuridad. ¡Y amasijo es, entre entresijos del alma! Nada puedo hacer más allá de contemplarlo, diminuto, imposible. Inexplicable es lo que me produce verlo partir. Es una desazón, un vacío que no se mitiga; y en donde el silencio sólo hace por agrandarlo. Sí, el amor, hoy, zarpa…Y en su inocua perplejidad de su propia integridad va y me arrebata. Me abandona aún queriéndome. Y yo, muriéndome, no entiendo nada ¡Nada! De este eterno juego de luces y sombras, tan antiguo y nuevo como lo es la existencia.
Luces al alba no alcanzan a vislumbrar tu regreso. Pues el amor se inmola. Y amor es lo que, aquí y ahora, reclama. ¡Joder! Reclama si acaso lo que es suyo; lo que es nuestro. Y yo sé, es arrendamiento inoportuno de lo que un día fue, lo que un día hubo. ¡Lo sé! Pero no me resigno a que sea mero recuerdo. Porque, ¿te acuerdas? Miradas que se perdían dentro de miradas. Rojez de rostro, y no delatando presencia del vino precisamente, sino vergüenza. Y temblores que no evidenciaban frío sino timidez. ¡Oh sí! Hubo una explicación para todo ello, una enfermedad que su remedio, ¡su cura!, radica en contagiarse. Nosotros lo hicimos al abrigo de una noche universitaria, entre copas, y no embriagados por el alcohol; sino por la felicidad que nos produjo.
Recuerdo, escrito quedó en la palma de una mano. Fue impropio, ¡sorpresivo! Pero alusivo al sentimiento, no me cabe la menor duda. Fue…, fue contrato firmado y finiquitado. Pero olvido es quien nos lo ha arrebatado. ¿Por qué? Dime niña ¿Por qué?...
Solo estoy, solo me hayo ¡Junio es! Y aún así no me he quitado el sayo. Es frío lo que siento en el corazón, antorcha que se apaga. Un candil sin lumbre es esta que me parapeta. Que acaso no me respeta pero acato su decisión. Lo sé, ya el fuego se propaga por otro, quizá mejor. -¡Y que lo haga!- Me digo. Será mejor para ella, sin duda. Pues poco puedo ofrecer yo más allá de ruina y fracaso. Sí, háganme caso a esto que os digo. Bien sé que a pesar de todo, yo, sobrevivo. Que entre las ascuas aún encuentro abrigo, me sostengo. No, no me hace falta más. En serio, no me hace falta, entre ascuas aún encuentro abrigo. Y es así como migajas de frialdad alimentan semejante soledad. Y así es como migajas de amoríos mueren sin cauce como lo hacen los ríos. Me sostengo a pesar de todo.
Lo hace. Y lo hace como los críos ante inusitada verdad, no sabiendo acuñar la mentira. Al igual que mi ira no podrá transformarse en nada más. Que no hay rencor, ni malos pensamientos. Sólo arrepentimiento. Pues si volver atrás pudiera, si lo que iba a pasar supiera, hubiera sido más Yo. Hubiera fustigado más mi alma. Creo, es el sarmiento para este saco de pulgas. Que se acomoda aceptando una realidad difícil de cambiar, por no decir imposible. O sea, mi persona. Pero, ¿acaso es la utopía un sueño inalcanzable?....
Dicen, hay historias que son como el barro: las moldeamos con nuestras propias manos. Yo, siempre fui torpe; alfarero por amor. Ilusionista en la noche, patético al salir el sol. Contrastes que no son sino la cara y la cruz de desdibujada moneda, personalidad que me grita -¡Sálvese quien pueda!- Pero yo no puedo dejar de ser como soy. Por ello únicamente puedo pedir perdón, decir lo siento. ¡OH! Bien lo sabes, ya era así antes de que me conocieras. Y si lo supieras, ¡si en verdad lo supieras!, también sabrías cómo soy. Y siempre seré: un patético, un cabezón. Pero un luchador. Alguien que no acepta un no por respuesta. Y es por ello que hoy no, ya no; al olvido desafío ¡Reclamo lo que un día fue mío! Y ya me levanto, casi casi erguido. Parezco así fuerte, mas me he retraído. Al instante. De nuevo entre contrastes. Nada puedo hacer, y por ello grito. Grito pues dejé de ser, bien o mal avenido. Dejé de ser su elegido. En fin, lo acepto, lo he de aceptar. Mas no en mi fuero interno ¡Tan cruel! Tan tierno. Así que, al cielo al infierno ¡Qué más da! La cosa es al fin volar. Y volar no es querer, es amar. Volar no es tenerte, sino pensamiento plácido pululando por la mente. Volar es no saberse ya correspondido, pero aun dolido no traicionar los sentimientos.
Por todo ello me levanto, me levanto y grito; grito más alto, más fuerte ¡Hasta romperme el alma! Juro volver a verte; Verte y comprender que no volveré a quererte.

PD: Salí hoy de mi cama danzando helado por su llama ¡Salí! Pero como ya asumí, nadie a mí me reclama. Salí y me di perfecta cuenta -No pasa absolutamente nada-

No hay comentarios:

Publicar un comentario